Dicho militar estadounidense: “Si quieres reducir el tamaño de la derrota y detener las pérdidas, solo debes declarar la victoria y comenzar a retirarte de inmediato sin dudar, como el camino más corto para poner fin a la guerra”.
El pasado miércoles la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, confirmó lo expuesto poco antes en un tuit por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que afirmó que todas las tropas estadounidenses desplegadas en Siria, estimadas en unos 2,000 hombres, se retirarían de ese países dentro de dos o tres meses a más tardar. Otro anuncio señaló que todo el personal del US State Department había sido ya retirado de Siria.
Hay, por supuesto, una lógica interna en tal decisión. El anuncio de Trump de que quería “traer las tropas a casa” es probablemente una victoria para él mismo. Durante su campaña electoral para las elecciones de 2016, Trump prometió reducir el intervencionismo exterior y centrarse en los problemas de Estados Unidos. Esto atrajo a muchos votantes estadounidenses, que no han visto éxito alguno en sus últimas intervenciones extranjeras y las consideran inútiles y costosas en vidas humanas y en dinero.
No obstante, Trump decepcionó a muchos de sus partidarios al optar por escoger a muchos halcones neoconservadores, como John Bolton, para altos cargos en su administración y abandonar el acuerdo nuclear con Irán en una decisión motivada tanto por su resentimiento personal hacia Barack Obama como por la influencia de los medios pro-israelíes. No obstante, ahora con las elecciones presidenciales acercándose en 2020 y su política exterior hacia el mundo islámico sumergida en un completo desastre, como muestra su patética defensa del principe heredero saudita Muhammad Bin Salman, al que la CIA y los senadores de Estados Unidos han acusado abiertamente de ser el responsable del brutal asesinato de Yamal Khashoggi, Trump probablemente buscará acciones que le permitan recuperar el electorado que lo apoyó en 2016 y que, en parte, le ha dado la espalda por sus intervenciones en el extranjero. Cabe señalar aquí que los teléfonos de la White House han estado inundados de mensajes de apoyo a la decisión de retirarse de Siria.
No son, sin embargo, las razones de índole interna las únicas que han empujado a Trump a tomar su decisión, aún no implementada, de retirar las tropas de Siria. En realidad, la retirada estadounidense supone el reconocimiento del fracaso de la estrategia hacia Siria puesta en marcha por Estados Unidos desde la presidencia de Barack Obama. La Administración Obama embarcó a Estados Unidos en una guerra infame en la que Estados Unidos utilizó a terroristas sanguinarios disfrazándolos de “rebeldes opositores”, a través de una vasta campaña mediática en la que cooperó con muchos medios árabes, con el fin de derrocar al presidente legitimo de Siria Bashar al Assad por varias razones: su alianza con Irán y Rusia, su rechazo a la normalización de relaciones con Israel y su apoyo a los movimientos de resistencia en la región. Dicha estrategia fracasó y Assad ganó la guerra gracias al apoyo de su pueblo y la ayuda de sus aliados, especialmente Rusia e Irán. Hoy, resulta cínico decir, como algunos medios estadounidenses o árabes que “el beneficiario de la retirada de Estados Unidos de Siria es Assad”. En realidad, Assad ganó la guerra mucho antes de la decisión de Trump de sacar las tropas estadounidenses de Siria.
En los pasados meses, Siria ha estado denunciando la presencia de Estados Unidos y otros países occidentales en su territorio como ilegal, ya que no contaba con la aprobación del gobierno sirio ni del Consejo de Seguridad de la ONU. Una violación tan clara y continuada socavaba a largo plazo el derecho internacional y podría llevar en el futuro a otras potencias emergentes como Rusia o China a adoptar posturas similares en detrimento de los intereses estadounidenses. Al mismo tiempo, Estados Unidos ha tenido que hacer frente a un fuerte daño a su imagen como consecuencia de los cientos de civiles muertos en el este de Siria como consecuencia de los bombardeos de la coalición que lidera.
La reciente conversación entre Trump y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, probablemente dejó claro al primero que era posible un choque entre las tropas turcas y estadounidenses, en especial tras el anuncio de Erdogan de que Turquía iba a lanzar una ofensiva contra las milicias kurdas en el este del Éufrates. Esto contradecía el objetivo de Trump de mejorar sus relaciones con Turquía en un intento de evitar que esta última continúe estrechando sus vínculos con Rusia.
El apoyo de Estados Unidos a las milicias kurdas han sido una fuente continuada de tensiones entre Estados Unidos y Turquia. Los turcos consideran que las milicias kurdas de Siria son una creación del PKK, una organización terrorista que lucha para lograr la independencia del sureste de Turquía, de mayoría kurda. Por lo tanto, el apoyo por parte de Estados Unidos a tales milicias equivale, a los ojos de Turquia, a la existencia de un plan estadounidense para lograr el debilitamiento o incluso la fragmentación de Turquía.
Las milicias kurdas, como las FDS, que han estado jugando la carta estadounidenses no solo contra Turquía, sino contra su propio país, Siria, serán, sin duda, los grandes derrotados con la retirada estadounidense. Enfrentados a una intervención turca que busca “enterrarlos en las cunetas” en palabras recientes de un dirigente turco, ellos no tendrán más opción que buscar un acercamiento al gobierno sirio en Damasco. No cabe duda que la primera condición que el gobierno sirio les planteará será la entrega de los pozos de petróleo del este de Siria y de los puntos fronterizos con el vecino Iraq. Ello supondrá un fuerte impulso a los planes de reconstrucción de Siria.
Algunos medios estadounidenses afirman que Estados Unidos podría optar por un mantenimiento de la presencia militar estadounidense en Iraq en contrapartida de la de Rusia en Siria. Sin embargo, en una reciente conversación entre el primer ministro iraquí, Adel Abdel Mahdi, con el US State Secretary, Mike Pompeo, el primero dejó claro que rechaza el plan estadounidense para transferir las tropas de Estados Unidos desde Siria a Iraq sin el apoyo del Parlamento iraquí, que en estos días está debatiendo precisamente un proyecto que ley que pide la salida de las tropas estadounidenses de su territorio.
En conclusión, la salida de tropas de Estados Unidos de Siria, y quizás pronto de Iraq, se enmarca dentro de la nueva situación en Oriente Medio, donde Estados Unidos ha cosechado graves fracasos en las dos pasadas décadas debido a sus prejuicios pro-israelíes y su política intervencionista y a que sus tropas son vistas como fuerzas de ocupación por parte de los pueblos de la región. El inevitable fracaso del llamado “acuerdo del siglo”, que busca la renuncia de los palestinos a Al Quds (Jerusalem) y a una gran parte de Cisjordania, ahondará en este creciente declive de la influencia estadounidense en Medio Oriente.
Fuente: Al Manar