Más de 300 ballenas fueron asesinadas por los japoneses durante una “investigación” anual, supuestamente con fines científicos. Activistas por los derechos de los animales, sin embargo, argumentan que la investigación puede realizarse sin tener que sacrificar a los especimenes, llamando a las acciones de Japón una cacería disfrazada.
Las ballenas fueron sacrificadas por investigadores japoneses durante el tercer New Scientific Whale Research Program in the Antarctic Ocean (NEWREP-A) durante la temporada 2017-18, de acuerdo con documentos de reuniones recientemente publicados por la International Whaling Commission’s (IWC).
Investigadores japoneses identificaron a 344 ballenas y “muestrearon” 333 de ellas “usando arpones con una granada de pentrita de 30 g”. Once ballenas lograron evadir los arpones y escapar del “muestreo” hacia el “hielo marino de alta densidad”, según el documento.
Si bien la descripción del proceso de “muestreo” está plagada de tecnicismos, básicamente describe el proceso común de la caza de ballenas con un arpón explosivo. El proyectil se lanza desde un cañón de arpón, que penetra en la piel de la ballena y explota. Los balleneros generalmente atacan la cabeza de la ballena, infligiendo daño cerebral pesado y “derribando” al mamífero gigante, o matándolo instantáneamente.
El “muestreo” de las ballenas, realizado por científicos japoneses, incluyó el análisis del contenido del estómago “para estimar la composición y el consumo de las presas”, midiendo su edad extrayendo sus tapones de cerumen y evaluando la madurez sexual de las criaturas. Se pesaron las partes del cuerpo y los órganos de las ballenas y se midieron sus cráneos con un vernier gigante.
122 ballenas, asesinadas durante la “investigación” resultaron estar embarazadas, según los documentos de la IWC. Tal cifra constituye “una estadística escalofriante y una acusación desvastadora sobre la crueldad de la caza de ballenas de Japón”, dijo a The Sydney Morning Herald, Alexia Wellbelove, senior program manager del Humane Society International (HSI).
“Es una demostración más, si es necesario, de la naturaleza verdaderamente espantosa e innecesaria de las operaciones de caza de ballenas, especialmente cuando los muestreos no-letales han demostrado ser suficientes para las necesidades científicas”, dijo Wellbelove.
Aunque nunca se dijo dónde se encontraban los restos de tantas criaturas asesinadas con fines “científicos”, la carne de ballena sigue siendo un plato importante de la cocina japonesa y su consumo se considera parte de la cultura del país. Japón, sin embargo, es signatario de la moratoria de la IWC sobre caza comercial y lleva a cabo sus actividades de caza de ballenas bajo cuotas “científicas” desde finales de los años ochenta.
Japón ha sido desafiado repetidamente por activistas por los derechos de los animales, quienes argumentaron que los “programas científicos” japoneses fueron diseñados solo para ocultar la caza a escala industrial. En 2014, la United Nations International Court of Justice (ICJ) ordenó a Japón cesar sus actividades de caza de ballenas ya que no cumplían con los estándares científicos convencionales. Como resultado, la cacería de 2014-15 fue cancelada, solo para reaparecer un año después bajo la apariencia de otro programa de investigación científica. Japón argumenta que el nuevo programa de caza de ballenas tiene verdaderos objetivos científicos y se adhiere a todos los estándares.
Fuente: RT