El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha dicho que los estadounidenses tendrán que pagar altos precios por la energía “todo el tiempo que sea necesario” para hecharle la culpa a Rusia por su operación especial en Ucrania. Hace un par de meses, cuando se le preguntó en CNN a uno de los asesores de Biden, Brian Deese, sobre la respuesta del presidente a los aumentos de precios, el respondió: “Se trata del futuro del orden mundial liberal y tenemos que mantenernos firmes.”
En 2016, el entonces vicepresidente Joe Biden le dijo al Primer Ministro canadiense Justin Trudeau durante una visita a Ottawa: “El mundo pasará mucho tiempo mirándolo, señor Primer Ministro, ya que vemos más y más desafíos para el orden internacional liberal que en cualquier otro momento desde el final de la Segunda Guerra Mundial.”
El presidente francés, Emmanuel Macron, invocó un concepto similar de lucha para mantener un cierto “orden mundial” durante su conferencia de prensa al concluir la Cumbre del G7 en Junio en Alemania, cuando dijo que el conflicto entre Rusia y Ucrania altera los principios de las reglas internacionales que se han establecido desde 1945. Macron no dio más detalles, pero ese fue el año en que se crearon las Naciones Unidas y se le dio a Francia un asiento permanente en su consejo de seguridad junto con Estados Unidos, Rusia, el Reino Unido y China.
También en Junio, cuando la presidenta de la European Commission, Ursula von der Leyen, visitó a la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, ambas líderes emitieron una declaración conjunta que “reafirmó el fuerte compromiso de Nueva Zelanda y la Unión Europea con el multilateralismo y el orden internacional basado en reglas.”
Entonces, ¿qué es exactamente este “orden mundial”? ¿Por qué los funcionarios occidentales no pueden dejar de evocarlo? ¿Y qué tiene que ver el conflicto en Ucrania con eso?
En resumen, este “orden mundial basado en reglas” es una visión de un mundo dirigido por Occidente con valores occidentales clásicos dominantes de libertad económica y comercial que sirven como punto de apoyo para difundir la libertad política en beneficio último del ciudadano promedio. Al menos en teoría.
La realidad es mucho más complicada. Con demasiada frecuencia, la difusión de la libertad no ha sido gratuita – al menos para la persona promedio. Las intervenciones militares o la injerencia política encubierta se utilizan típicamente para cambiar los sistemas no deseados para que se pueda instalar un liderazgo títere que sirva principalmente a los intereses económicos y políticos de las élites occidentales. La preocupación por las personas y su situación económica personal generalmente termina allí, incluso si terminan peor que antes, como suele ser el caso.
El “orden mundial basado en reglas” también ha implicado históricamente una bipolaridad desigual Oriente-Occidente, con Occidente históricamente visto como dominante.
Entonces, ¿por qué las élites occidentales están tan preocupadas por el estado de todo esto ahora? Bueno, seamos realistas — las arenas están cambiando. Y ha tardado mucho en llegar esto.
Más personas están empezando a cuestionar el beneficio para la persona promedio de las intervenciones militares vendidas bajo el pretexto de difundir la libertad y la democracia. En cambio, están explotando la globalización y el liberalismo económico viviendo, trabajando o vendiendo en el extranjero. Lo están haciendo utilizando las herramientas tecnológicas inicialmente financiadas y creadas por los gobiernos occidentales con el propósito del mercantilismo global y la vigilancia Big Brother.
Con la creciente independencia de la persona promedio, aumenta el disgusto por la injerencia de los grandes gobiernos. Su independencia también permite una visión más clara de la mano no tan invisible del Estado y el lío que ha creado en los últimos años bajo el control de las élites del establishment occidental que pueden parecer casi cómicamente separadas de las prioridades y realidades cotidianas.
El conflicto en Ucrania corre el riesgo de crear la pesadilla más espeluznante para las élites occidentales: un grupo alternativo de aliados sobre los que Occidente no tiene control, pero que tiene la capacidad de ofrecer a los ciudadanos del mundo oportunidades económicas competitivas comparativamente a las que ofrecen sus propios gobiernos o países. O como dijo recientemente el ex director de la CIA y ex-Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, a un think-tank de Washington: “Al ayudar a Ucrania, socavamos la creación de un eje ruso-chino empeñado en ejercer la hegemonía militar y económica en Europa.”
Los acontecimientos en Ucrania y las sanciones occidentales resultantes de ellos están sirviendo para catalizar el desarrollo y la implementación de una oferta paralela oriental o suroriental con sistemas y estructuras alternativos. El resultado es una libertad de elección aún mayor para el ciudadano occidental promedio que puede disminuir aún más su dependencia de su propio gobierno. Buena suerte tratando de vender o aprovechar el concepto convencional de “nosotros contra ellos” que sustenta el viejo orden mundial a los ciudadanos que disfrutan de los beneficios del acceso a “ellos”.
A medida que los gobiernos occidentales pierden el control, están tomando medidas enérgicas contra aquellos que abogan por una mayor soberanía e independencia – dos conceptos que a las élites les encanta invocar con fines manipuladores, pero que ven casi como palabras proscritas cuando provienen de la boca de personas reales que buscan hacer valer sus propios derechos. El auge del populismo es también un síntoma del problema que los gobiernos occidentales se crearon a sí mismos al no revertir el curso de su propia corrupción sistémica y tendencias cada vez más autoritarias.
Las élites occidentales estan doblando la apuesta en Ucrania para salvar el orden mundial que protege sus propios intereses egoístas, pensando que es la forma de evitar que surja una opción paralela. Es tan simple como eso. Y no les importa si es el ciudadano promedio el que tiene que pagar el precio.
Fuente: RT