El muy contrastante tratamiento de los denunciantes dispuestos a testificar contra Facebook con el del encarcelado fundador de WikiLeaks nos muestra que el apoyo del Establishment a aquellos que ‘están derramando los frijoles’ es altamente selectivo.
Todos los denunciantes son iguales, pero algunos son más iguales que otros. O, podríamos decir más específicamente, los denunciantes cuyas revelaciones ayudan a las agendas de la clase dominante son puestos frente al Congreso y frente al micrófono, mientras que aquellos cuyas revelaciones exponen las agendas inconfesables y perversas de la clase dominante son perseguidos y terminan en cárceles de máxima seguridad.
Esta semana supimos que una segunda denunciante de Facebook, Sophie Zhang, estaba dispuesta a testificar ante el Congreso menos de dos semanas después de que Frances Haugen nos contara sus revelaciones.
“Los productos de Facebook dañan a los niños, alimentan la división y debilitan nuestra democracia”, dijo Haugen a los senadores. La empresa antepone las ganancias al bien común.”Que es exactamente lo que las falsas élites comunitarias pro-censura querían escuchar. Hay una guerra en marcha contra Facebook en este momento, en caso de que no te hayas dado cuenta, pero aquellos que están librandola no tienen los mismos problemas con el gigante de las redes sociales de Mark Zuckerberg que tú y yo podríamos tener.
Nos preocupa que Facebook ya censure demasiado en la esfera política, pero a las élites gobernantes les preocupa que no censure lo suficiente. Ellos quieren más control gubernamental sobre Internet. De hecho, quieren un control total del gobierno sobre Internet, como en China, el país que critican rutinariamente por motivos de “derechos humanos”, pero a quién están haciendo todo lo posible por copiar.
A las élites no les gusta el hecho de que la plataforma de Zuckerberg le dé voz a Joe Bloggs – que Joe podría usar su voz para cuestionar narrativas hegemónicas, y publicar material “no aprobado”. Joe Bloggs necesita ser puesto en su lugar. Al igual que aquellos que producen el material “no aprobado” que comparte con sus amigos.
El testimonio de Haugen promovió esa agenda pro-censura y pro-control, razón por la cual sus palabras recibieron una cobertura tan brillante en los medios de comunicación.
Será lo mismo con Zhang. Cuando ella dejó Facebook el año pasado, la ex científico de datos escribió un largo memorando alegando que la compañía no estaba abordando la desinformación. Ella escribió: “Sé que ya tengo sangre en mis manos”. Aparentemente, ella va a hablar de “múltiples cuentas falsas en Facebook” que han estado “socavando las elecciones y los asuntos políticos en todo el mundo.”
¿Cuál es la apuesta de que ‘esos malditos rusos’ (que por supuesto impidieron que Santa Hillary Clinton se convirtiera en presidente estadounidense en 2016), volverán a ser el centro de atención – y que el efecto combinado del testimonio de Haugen y Zhang será fortalecer aún más la censura de Facebook?
Mientras tanto, cuando Haugen y Zhang son festejadas porque están diciendo exactamente lo que la clase política quiere escuchar (y, como señala Glenn Greenwald, tienen el potencial de ganar millones de dólares del programa de denunciantes de la SEC), el “denunciante” más famoso del mundo sigue languideciendo en la prisión de Belmarsh en Reino Unido.
Julian Assange “derramó los frijoles” sobre lo que los gobiernos occidentales (y otros gobiernos) estaban haciendo en secreto con nuestro dinero, pero en lugar de ser elogiado por los medios por el servicio que estaba haciendo por la democracia, fue descuartizado. No hubo invitación para que Assange hablara al Congreso estadounidense. Y no hay posibilidad de que gane premios de millones de dólares de los organismos estatales estadounidenses.
Los que atacan a Assange dirán que el puso en peligro la seguridad nacional, pero en verdad, fueron las guerras ilegales sobre las que el fundador de WikiLeaks trató de arrojar luz las que lo hicieron.
Uno teme que Julian nunca salga vivo de la prisión. Su vida en estos últimos 10 años se ha parecido a una pesadilla kafkiana. Él es el ‘Josef K’ de nuestros tiempos – con su ‘juicio’ interminable.
Assange ha pagado un precio terrible por decirnos lo que pasó detrás de la cortina, cosas que nunca debíamos averiguar, pero que teníamos derecho a saber. Que es lo que hace que la adulación actual de los “denunciantes” de Facebook por parte de aquellos que guardan silencio sobre el juicio de Assange, o que realmente lo apoyan, sea tan nauseabunda.
Fuente: RT