En todo el mundo, la ayuda occidental no está cumpliendo sus objetivos declarados. En ninguna parte es esto más flagrante que en Haití, donde a pesar de miles de millones que llegan al país devastado, se han logrado pocos progresos desde el terremoto de 2010. Un ex experto en desarrollo de la ONU ha sugerido que el país – y otros – podrían ir mejor sin el flujo de dinero occidental.
Inmediatamente después del terremoto, la comunidad internacional donó 5,000 millones de dólares, – pero una gran parte nunca llegó para ayudar a los ciudadanos y la infraestructura afectados en el país, ya que fue engañada por costos operacionales encubiertos – al menos el 10% fue tomado por el gobierno haitiano como “apoyo presupuestario” y el resto absorbido por grupos “humanitarios” internacionales con propositos obscuros. Al final ni siquiera el uno por ciento fue usado por las Non-governmental organizations (NGOs – Organizaciones no gubernamentales- ONGs) locales.
Resumiendo la situación en Haití siete años después en 2017, Joel Boutroue, Deputy Special Representative of the Secretary General of the United Nations for the UN Stabilization Mission en Haití entre 2006 y 2009, fue inequívoco: el país estaría “mejor” sin ayuda. Al señalar que Haití ha sido descrita como una “república ONG”, Boutroue agregó que las ONGs que operan en el país financiadas por donantes estatales internacionales (gobiernos extranjeros) prestan muy poca atención al propio estado haitiano, marginando al gobierno y debilitando su poder.
A menudo, dijo, esto se debe a que las prioridades de los donantes no están alineadas con las de los países receptores; este efecto se destacó en el World Bank’s 2017 report on governance and law, que destacó cómo los donantes, a menudo con cinismo, tendían a perseguir intereses a corto plazo. Además, los gobiernos corruptos o ineptos a menudo están felices de sentarse y extraer dinero de las donaciones, sin emprender reformas vitales – el informe también destacó que los países que reciben más ayuda hicieron el menor esfuerzo para llevar a cabo las mejoras necesarias.
La ineficacia de la ayuda occidental para lograr un cambio positivo y duradero no puede ser más grandemente ejemplificado que el África subsahariana, que recibe 134 mil millones de dolares cada año en préstamos, inversión extranjera y ayuda al desarrollo de los gobiernos occidentales, pero sigue siendo una de las regiones más pobres y corruptas del mundo. La respuesta detrás de la aparente inutilidad de la ayuda occidental puede estar en sus motivaciones – ya que a menudo, a pesar de su etiqueta humanitaria, la ayuda tiene un propósito ulterior, que a menudo sirve a intereses corporativos o estatales occidentales.
Muchos dentro del sector de la caridad son sabios con respecto a las dimensiones políticas y comerciales de la ayuda occidental – John Hilary, Executive Director of War on Want, produjo un estudio que documenta cómo el International Monetary Fund abrió el mercado de aves de corral de Ghana a la explotación internacional – y el posterior colapso. Esto no es más que un ejemplo – la ayuda se ha utilizado para ejercer control e influencia por gobiernos y corporaciones occidentales por igual, tal vez desde que esta ha existido.
Las ONGs también han demostrado ser herramientas encubiertas de cambio de régimen, bajo los auspicios de “promoción de la democracia”.
Mientras que las ONGs, muchas de las cuales son financiadas por el sombrío multimillonario “filántropo” George Soros, han tratado de subvertir los regímenes en todos los rincones del mundo, desde la caída de la Unión Soviética gran parte de este enfoque se ha plantado firmemente en y alrededor de la Federación Rusa. En 2005, por ejemplo, la Fundación Soros lanzó su “Wider Europe” programme, en virtud del cual Bielorrusia, Georgia, Moldavia y Ucrania eran objetivos como futuros “socios” de la Unión Europea, con el lanzamiento de iniciativas educativas, jurídicas y políticas facilitadoras.
En agosto de 2016, la liberación por parte de DC Leaks de casi 3,000 archivos de grupos dirigidos por Soros expuso su íntima participación en el golpe de estado de 2014 que derrocó al gobierno democráticamente elegido de Viktor Yanukovich en Ucrania y la manipulación de la opinión pública de Europa con el fin de legitimar el acto ilegal.
“El surgimiento de una Nueva Ucrania conlleva la oportunidad de revitalizar el proyecto europeo. Sin embargo, esto se complica por la reticencia de algunos actores de la Union Europea a aceptar la revolución como democrática y el gobierno ucraniano como legítimo. Estos actores serán difíciles de influir. Para otros grupos e individuos, en la izquierda política y en varios movimientos sociales, se puede detectar confusión con respecto al estado de las cosas en Ucrania”, dijo un documento interno de 2015 publicado por Open Society Initiative for Europe.
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Para abordar este “problema”, la organización de Soros implementó una serie de iniciativas destinadas a dar forma a la opinión occidental sobre los asuntos ucranianos. Sus objetivos declarados fueron “(estimular) el debate y la duda en movimientos, partidos y audiencias” en Europa donde una percepción negativa de la “transformación” de Ucrania era “muy preponderante”; desacreditar la idea “la independencia e integridad de Ucrania es una causa ideológica de la derecha”; influir en la forma en que la información sobre Ucrania se escucha y se percibe en Europa “especialmente entre el grupo de incredulos”
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No obstante, los gobiernos de todo el mundo son cada vez más conscientes del papel perverso que desempeñan las ONGs. En marzo, se reveló que Estados Unidos y la Unión Europea han destinado decenas de millones para ser enviados a ONGs en Bielorrusia, incluida la estadounidense USAID. En respuesta, el presidente Alexander Lukashenko apuntó a Estados Unidos y Alemania en un discurso vicioso, afirmando que ambos paises estaba intentando “destruir” el país, y que no habría “Maidan” en Bielorrusia, haciendo referencia al golpe de estado ucraniano de 2014. Egipto y Hungría también han prohibido a muchas ONGs extranjeras operar dentro de sus fronteras. Evidentemente, Bielorrusia no está solo en no desear una nueva ejecución de tales eventos en su propio país.
Fuente: Sputnik