Ha pasado casi un año desde que los talibanes prohibieron el cultivo de amapola afgana utilizada para la producción de opioides. El impacto de la medida llegará a los mercados globales en algún momento pronto, dado el retraso de la granja al cliente.
Usted pensaría que eso traería un bienvenido suspiro de alivio. Aparentemente no. Los informes ahora sugieren que la falta de heroína afgana en el mercado global y una reducción de los opioides naturales disponibles como la heroína podrían conducir a un mayor uso de opioides sintéticos como el fentanilo. Si ese es el caso, entonces es solo porque Estados Unidos y Occidente son tan competentes para reducir las muertes por sobredosis de drogas que se disparan como lo fueron para abordar el cultivo de opioides afganos cuando ellos (Estados Unidos y NATO) tenían el control del país. Los opioides sintéticos de China y México se utilizan cada vez más, al igual que los adquiridos a través de recetas dentro del propio sistema de salud de Estados Unidos.
En el transcurso de la Guerra Global contra el Terrorismo (War on Terror) liderada por Estados Unidos que comenzó en Afganistán en 2001, las sobredosis de heroína en los Estados Unidos y en otros lugares aumentaron. A pesar de tener el control sobre el país y su gobierno durante dos décadas, Estados Unidos no solo no logró reducir la agricultura y las exportaciones de opio afgano, sino que supervisó un aumento.
En Febrero de 2004, el entonces Subsecretario de Estados Unidos para Asuntos Internacionales de Narcóticos y Aplicación de la Ley (US Assistant Secretary for International Narcotics and Law Enforcement Affairs), Robert Charles, esbozó ante el Congreso una nueva política para contrarrestar el “narcoterrorismo” en Afganistán. El citó el deseo de ayudar al gobierno afgano respaldado por Estados Unidos con su objetivo de “eliminar el cultivo y el comercio de amapola en 10 años”. El proyecto implicaría el despliegue de la USAID vinculada a la CIA en áreas de cultivo de amapola para ayudar a encontrar soluciones agrícolas alternativas. Pero siempre ha habido fuertes dudas sobre la sinceridad de tales esfuerzos. Un documento de política del US Department of Justice de 1991 acusó a la CIA de “complicidad en el tráfico de narcóticos” en Afganistán, subrayando que “las operaciones encubiertas de la CIA en Afganistán, por ejemplo, han transformado el sur de Asia de una zona de opio auto contenida en un importante proveedor de heroína para el mercado mundial.”
La CIA ciertamente estaría en condiciones de saberlo, ya que apoyó a los combatientes yihadistas Mujahideen contra la Unión Soviética en Afganistán durante la Guerra Fría, mientras que el tráfico de amapola se produjo justo frente a sus narices. Aparentemente, los viejos hábitos son difíciles de matar.
En 2010, el ex Director del Servicio Federal de Control de Drogas de Rusia, Viktor Ivanov, se reunió con funcionarios de NATO para solicitar un mandato para destruir los campos de amapola, citando 30,000 muertes relacionadas con el opio en Rusia. “No podemos estar en una situación en la que eliminemos la única fuente de ingresos de las personas que viven en el segundo país más pobre del mundo sin poder brindarles una alternativa”, respondió el portavoz de NATO, James Appathurai, según Reuters.
Claramente, ellos simplemente no estaban tan interesados. Ahora parece que la misión de contrainsurgencia de Estados Unidos y NATO sirvió en parte como cobertura para salvaguardar y proteger los campos de opio de la destrucción, lo que los talibanes ya habían hecho antes de la invasión estadounidense de 2001. Apuntalar los proxies occidentales no es barato, y algunas cosas simplemente no son aptas para los libros de contabilidad en casa. No es ningún secreto que la CIA tiene un historial de uso del narcotráfico para apoyar los intereses estadounidenses en el extranjero y, al mismo tiempo, acusa a la oposición local de hacer precisamente eso, desde Nicaragua y Haití hasta el sureste asiático, Indochina e incluso Francia.
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Según una hoja informativa del US State Department de los archivos anteriores a 2001 ,las prohibiciones del cultivo de amapola por parte de los talibanes “carecían de credibilidad”. Sin embargo, fueron las proclamas públicas de erradicación de Estados Unidos las que nunca llegaron a buen término. De manera similar, Estados Unidos acusó irrisoriamente al presidente venezolano Nicolás Maduro de “asociación narcoterrorista con las FARC durante los últimos 20 años”, en Marzo de 2020. Esto fue a pesar del respaldo incondicional de Estados Unidos al aliado sudamericano, Colombia, un narcoestado real cuya producción de cocaína se incrementó de forma masiva bajo el liderazgo del expresidente Iván Duque, incluso cuando el presidente Joe Biden lo presentó en la White House en 2022 como “mi amigo”. Biden agregó: “Nos conocemos desde hace mucho tiempo, y estábamos recordando lo lejos que hemos llegado…He estado profundamente comprometido con la relación con Colombia durante mucho tiempo, desde hace más de 20 años hasta ese viejo Plan Colombia.”
Es curioso que Biden mencione el Plan Colombia, un programa multimillonario respaldado por Estados Unidos para combatir las drogas y la insurgencia en el país, que en gran medida se considera un fracaso antinarcóticos. Ni siquiera proporcionó resultados duraderos de contrainsurgencia, según miembros de la propia administración del ex presidente Barack Obama, que concluyeron que “nuestro fracaso colectivo para controlar el abuso de drogas o el tráfico de drogas ha cobrado un enorme costo humano.”
Estados Unidos ha sido históricamente falso e incompetente cuando se trata de combatir el uso de drogas ilícitas. El hecho de que los talibanes finalmente tengan la oportunidad de hacer lo que Estados Unidos nunca pudo o quiso hacer, a pesar de las afirmaciones de lo contrario, cierra una espita. Sin embargo, esto no salvará a Estados Unidos de sus propios fracasos en el frente de las drogas.
Fuente: RT