En Marzo de este año, el presidente chino, Xi Jinping, reprendió al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, sobre Ucrania, señalando que “se necesitaban dos manos para aplaudir” (una referencia al papel desempeñado por Estados Unidos en el fomento de la crisis entre Rusia y Ucrania) y declarando que “El que ató la campana al tigre debe quitársela”, un aforismo chino que básicamente decía que dependía de Estados Unidos solucionar los problemas que el mismo era responsable de instigar.
Durante esa misma conversación, el presidente Xi también criticó a su homólogo estadounidense por las declaraciones hechas por funcionarios estadounidenses, incluido el propio Biden, que sugirieron que Estados Unidos se estaba alejando de su compromiso histórico con la política de “Una sola China” con respecto a Taiwan que había sustentado las relaciones entre Estados Unidos y China durante décadas. Xi señaló que la “causa directa” de la tensión actual en las relaciones es que “algunas personas del lado de Estados Unidos no han cumplido con el importante entendimiento común alcanzado por nosotros.”
Juega con fuego… te quemarás, China advierte a Estados Unidos
Estados Unidos, agregó Xi, no ha cumplido prácticamente todas sus promesas a China con respecto a la evitación del conflicto, promulgando simultáneamente nociones profundamente arraigadas de China como un “enemigo imaginario” mientras envía la señal equivocada a las fuerzas “independentistas de Taiwan”, algo que Xi caracterizó como “muy peligroso”. La continuación de tal dirección política, señaló el presidente Xi, tendría un “impacto disruptivo” en las relaciones entre China y Estados Unidos.
El 2 de Agosto, la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, hizo una parada no anunciada en Taiwan. Este viaje se realizó a pesar de las advertencias concertadas por parte de China de que su visita “tendría un impacto político atroz” y que el ejército chino “no se quedaría de brazos cruzados” si Pelosi aterrizaba en Taiwan. La visita de Pelosi, número dos en la línea de sucesión a la Presidencia de los Estados Unidos, es un movimiento deliberadamente provocador que parece haberse hecho independientemente de la coordinación con el US State Department, el US Department of Defense, o la White House.
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Yo, junto con otros exfuncionarios de inteligencia y seguridad nacional de Estados Unidos, había aconsejado al presidenta Biden que evitara la visita de Pelosi por temor a que desencadenara eventos que pudieran resultar en una invasión china de Taiwan y una confrontación militar directa entre Estados Unidos y China. La White House se negó a interferir con lo que consideraba el funcionamiento de una rama separada del gobierno.
No cabe duda de que China hizo todo lo que estaba en su poder, excepto derribar el avión de Pelosi para disuadir a la presidenta de la Cámara de Representantes de renunciar a su visita a Taiwan. Desde el punto de vista de la credibilidad nacional, China literalmente lo puso todo en juego. Que China no haga nada ante lo que es una provocación obvia por parte de Estados Unidos, a través de Pelosi, no es un resultado probable.
La pregunta ahora es ¿qué hará China? La tarjeta de diplomacia actual, para todos los efectos, se ha agotado. Si bien China ha impuesto ciertas sanciones económicas a Taiwan, la realidad es que la carta de sanciones, tal como la maneja China, es insuficiente para la tarea de responder a la provocación de Pelosi.
Esto deja una respuesta militar.
China ya ha participado en una movilización de recursos militares sin precedentes, según algunos informes, reuniendo más de 40 brigadas, junto con importantes fuerzas de defensa aérea y misiles balísticos, cientos de aviones y decenas de barcos. Según cálculos aproximados, esto equivale a unos 250,000 soldados, y no parece que la movilización esté completa. China ha anunciado que llevará a cabo ejercicios militares con fuego real alrededor de la periferia de Taiwan, incluidos algunos que invaden lo que Taiwan considera su espacio soberano, desde el 4 de Agosto, el día después de la salida de Pelosi de Taiwan, hasta el 7 de Agosto.
Hay un costo considerable, tanto en términos de recursos fiscales como de capital político, asociado a ejercicios militares de esta escala en tiempos de crisis. Al movilizar esta cantidad de recursos militares, China ha creado una situación de “úsalo o piérdelo”, donde la viabilidad militar de la fuerza reunida se disipa con el tiempo. La pregunta clave que debe responderse es si China se conformará con simplemente enviar una señal a Taiwan y devolver sus fuerzas a sus respectivos cuarteles una vez que concluyan los ejercicios, o si el gobierno chino ha determinado que se ha cruzado una línea roja y, como tal, ordena a sus militares que hagan la transición de un ejercicio con fuego real a una invasión real.
La respuesta a esta pregunta puede muy bien descansar en cualquier vía diplomática paralela que China pueda establecer tanto con Taiwan como con los Estados Unidos. Si tanto Taiwan como Estados Unidos pueden proporcionar garantías significativas de que la visita de Pelosi no reflejó la política actual de Estados Unidos y Taiwan, puede haber una posibilidad de que China se contente con simplemente flexionar su músculo.
Sin embargo, la visita de Pelosi es en sí misma un subproducto de una tendencia política tanto en Estados Unidos como en Taiwan basada en la noción de independencia taiwanesa. Si esta percepción no puede ser alterada, entonces China está obligada por su Constitución a tomar medidas consistentes con la preservación de la soberanía china sobre Taiwan. Esto, por supuesto, significaría la guerra.
Que no haya dudas: Nancy Pelosi, al aterrizar en Taiwan, ató la campana al tigre. Ahora le toca a Joe Biden quitársela.
La pregunta ahora es si el tigre cooperará.
Fuente: RT