Los talibanes llevan mucho tiempo acusando a Estados Unidos de financiar a ISIS, y ahora indirectamente tienen razón, ya que un número creciente de soldados afganos y funcionarios de inteligencia entrenados por Estados Unidos se están uniendo a las filas del grupo terrorista para luchar contra los talibanes.
Los Estados Unidos gastaron la asombrosa cifra de 88 mil millones de dólares en armar y entrenar al ejército afgano, solo para que las fuerzas afganas se desmoronaran antes de la rápida reconquista del país por los talibanes en Agosto. Aunque los talibanes han prometido amnistía a este personal, han circulado historias de represalias violentas, y según el Wall Street Journal, un número “relativamente pequeño, pero creciente” de ex soldados y espías afganos están acudiendo en masa al único grupo que actualmente se resiste al gobierno talibán – el grupo terrorista Islamic State.
La rama afgana del Islamic State (IS, anteriormente ISIS), IS-K, está absorbiendo ansiosamente a estos reclutas entrenados por Estados Unidos. De acuerdo con ex oficiales de seguridad y miembros del Taliban con los que hablo el Wall Street Journal (WSJ), algunos se han unido por un cheque de pago, y otros por la falta de una mejor alternativa al regimen Taliban.
“Si hubiera una resistencia, se habrían unido a la resistencia”, dijo el ex jefe de espionaje Rahmatullah Nabil al WSJ, y agregó que ” Por el momento, ISIS es el único otro grupo armado.”
Aunque IS-K y los talibanes son ambos grupos fundamentalistas islámicos, sus ideologías difieren. Los talibanes son una organización nacionalista predominantemente punjabi sin objetivos declarados más allá de las fronteras de Afganistán, y una tolerancia para las otras sectas musulmanas del país. IS-K, por el contrario, ve a los chiítas y otras sectas musulmanas como apóstatas y tiene como objetivo establecer un califato islámico en todo el mundo, como se intentó hacer hace varios años en Irak y Siria.
Inicialmente reprimido por los talibanes, IS-K montó un resurgimiento en medio del caos de la retirada de Estados Unidos de Afganistán, llevando a cabo un atentado suicida frente al aeropuerto de Kabul en Agosto que mató a alrededor de 200 afganos y 13 soldados estadounidenses. Para el ejército estadounidense, fue el día más mortífero en Afganistán desde 2011.
No está claro qué “experiencia crítica en recolección de inteligencia y técnicas de guerra” aportarán estos nuevos reclutas al IS-K, dado que los supuestamente 300,000 militares afganos de los que vinieron se doblegaron ante el Talibán en cuestión de semanas, con sus miembros a menudo huyendo o se rindiendose sin disparar un tiro.
Sin embargo, el hecho de que estos combatientes financiados por Estados Unidos se estén alistando en un grupo terrorista de línea dura pocos meses después de que Estados Unidos abandonara Afganistán ilustra un problema del que los responsables de la toma de decisiones en Estados Unidos evidentemente no han aprendido en cuatro décadas de experiencia.
Así como los Muyahidines afganos financiados por Estados Unidos eventualmente se transformarían en los talibanes a finales de los años 1980 y 1990, y el ejército afgano está en camino de reforzar las filas de ISIS-K, los soldados iraquíes descontentos que se quedaron sin trabajo después de la invasión estadounidense en 2003 terminaron proporcionando un flujo constante de reclutas para ISIS varios años después.
El establishment de seguridad de Estados Unidos ya ha comenzado a dar la alarma sobre el resurgimiento de ISIS-K, con el US Undersecretary of Defense, Colin Kahl, diciendo al Senado la semana pasada que el grupo podría estar en posición de atacar a Occidente desde Afganistán dentro de seis meses.
Los talibanes, al menos públicamente, no se inquietan. “No nos enfrentamos a una amenaza ni estamos preocupados por ellos”, dijo Mawlawi Zubair, un alto comandante talibán, al Wall Street Journal. “No hay necesidad, ni siquiera una pequeña necesidad, de que busquemos ayuda de alguien contra ISIS.”