Mientras Arabia Saudí continúa trabajando en el lenguaje exacto de una supuesta admisión de que el periodista Jamal Khashoggi fue asesinado en su consulado en Estambul, el presidente estadounidense, Donald Trump, está cambiando su discurso hacia la defensa cada vez más abierta de los dirigentes saudíes y la negación de que estos últimos hayan “hecho algo malo”.
El presidente Trump se queja de que los medios de comunicación internacionales están tratando a los dirigentes saudíes como si fueran “culpables hasta que se demuestre su inocencia”, a pesar de haber admitido que él mismo les oyó decir que están redactando una admisión de que, de hecho, Khashoggi fue muerto durante un “interrogatorio fallido”.
Hablando con los reporteros después de una llamada telefónica con el rey saudíta Salman el lunes, Trump sugirió que “asesinos incontrolados” podrían ser responsables de lo que sucedió con el columnista desaparecido del Washington Post.
Trump parece contento de tomar la palabra de los dirigentes saudíes como una verdad absoluta al afirmar que el príncipe heredero, Mohammed bin Salman, negó tener cualquier conocimiento de lo que sucedió en el consulado, y que el rey ha prometido una “investigación completa” del asunto.
Si bien todavía no se conocen ciertos detalles, la narrativa oficial que se perfila en el lado saudí es que los agentes de seguridad saudíes que torturaron hasta la muerte a Khashoggi y que de alguna manera se libraron de su cuerpo, no actuaron por orden directa del rey o del príncipe heredero, sino que obraron por cuenta propia. Otra versión de esta historia es que Khashoggi habría muerto “durante un interrogatorio fallido”, que por cierto no aparece en ninguna de las grabaciones de audio o vídeo recogidas por los servicios de seguridad de Turquía y que han sido dadas a conocer por los medios de ese país. Todo apunta a que Khashoggi fue bárbaramente asesinado en un proceso que duró siete minutos y que el médico forense de la Seguridad General Saudíta procedió a descuartizar el cuerpo de Khashoggi antes de que el periodista falleciera siguiendo la misión que le fue encomendada antes de ir a Estambul.
El régimen saudí podría prometer castigar, de este modo, a algunos funcionarios mientras mantiene que el liderazgo saudí, y en particular el principe heredero, Mohammed bin Salman, “está libre de culpa”. A medida que esta estrategia saudí toma forma, el presidente Trump está adoptando cada vez más una posición similar.
De hecho, la plausible admisión del asesinato por los saudíes parece haber llevado a Trump a cambiar de nuevo su postura anterior de que “no sabemos lo que ocurrió” o hay que dar a los “saudíes la presunción de inocencia” para abrazar ahora la nueva teoría de los “asesinos incontrolados”, que se revela absurda por las propias revelaciones del New York Times sobre los vínculos y la cercanía de al menos cuatro de los asesinos con el propio Mohammed Bin Salman. Nadie creerá, sin embargo, que 15 agentes saudíes responsables de seguridad llevados en dos aviones privados a Estambul, incluyendo un médico de alto rango del Ministerio del Interior, hubieran decidido por su propia cuenta, y quizás para matar el aburrimiento, viajar a la ciudad turca de Estambul para asesinar en el consulado de su país a un conocido periodista saudita disidente
¿Es Trump estúpido para creer tales argumentos? No, más bien es un cínico que esboza argumentos que vienen a decir que no merece la pena poner en peligro lucrativos contratos de armamento con el régimen saudí por el asesinato bárbaro de Khashoggi Sin embargo, la oportunidad de esperar que todo el incidente se olvide, sin más, ya ha pasado, y una admisión de culpabilidad por parte de Arabia Saudíta que busque echar la culpa a “elementos incontrolados” no engañará a nadie en ninguna parte, ni tampoco en Estados Unidos, y servirá solo para poner de manifiesto lo patético de tales esfuerzos y la catadura moral y la hipocresía de aquellos que lo sostienen.
Fuente: Al manar