El exguerrillero izquierdista Gustavo Petro ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Colombia el Domingo, marcando la primera vez que la nación aliada de Estados Unidos vota por un candidato de izquierda. Esta elección representa un cambio histórico para el modelo económico de Colombia, pero quizás uno aún mayor para los intereses estratégicos de Estados Unidos en la región.
Según el propio Petro, “Se avecina un cambio real”. Eso es al menos lo que dijo en su discurso de victoria. El ha prometido cambiar el país en una dirección más ecológica eliminando gradualmente el uso del petróleo y el carbón. Petro también planea ampliar las pensiones, instituir la atención médica universal y hacer que la educación universitaria sea gratuita, que se pagará con impuestos a los ricos.
El también ha dicho que quiere usar aranceles de importación para proteger la industria local y negociar acuerdos comerciales, un movimiento firme contra el sistema neoliberal de comercio del país. En general, toda su plataforma está dirigida directamente contra el clientelismo neoliberal, e incluso la obvia relación de la élite con los carteles de la droga, que ha plagado a Colombia durante generaciones. Cualquier persona razonable estaría de acuerdo en que sacudir eso sería un desarrollo positivo.
Pero es difícil decir cómo se desarrollará en la práctica. Él y sus aliados carecen de mayoría en la legislatura del país, con solo el 27% de los escaños, frente al 57% de los partidos coaligados y otro 9% del Partido Verde. El también enfrenta desafíos del sistema judicial conservador del país y su banco central independiente. Es muy probable que sus planes internos se vean moderados por estas presiones que respaldan el statu quo.
El área real donde Petro tendrá el mayor poder, y probablemente la mayor influencia en general, es en la política exterior. Por ejemplo, el ha prometido revivir los lazos con su vecina Venezuela, lo que casi con certeza pondría fin a la perenne operación de cambio de régimen liderada por Estados Unidos contra el gobierno bolivariano de Venezuela. Múltiples intentos de golpe de estado contra Venezuela, incluida la infame Operation Gideon, han utilizado a Colombia como base de operaciones.
Cabe señalar cuán significativo sería este golpe para el proyecto imperialista de los Estados Unidos en América Latina. Venezuela, con las reservas de petróleo confirmadas más grandes del mundo, ha sido un objetivo de Estados Unidos durante décadas, tanto bajo el ex presidente Hugo Chávez como bajo el actual presidente Nicolás Maduro. Con las porosas fronteras de Colombia y el estatus de santuario para los disidentes venezolanos radicales, el fin de su apoyo a la operación de cambio de régimen contra el gobierno venezolano significaría esencialmente que otro teatro en las guerras globales y eternas de Estados Unidos llegaría a su fin.
Esto colocaría a Petro entre una creciente lista de líderes latinoamericanos que buscan unificar la región bajo una visión compartida, rechazando la hegemonía de Estados Unidos y la división por motivos ideológicos. Asimismo, Colombia es socio de NATO desde 2017 y continúa estrechando lazos con la organización reliquia de la Guerra Fría. Si Petro rompiera los lazos con NATO, sería un golpe masivo para la influencia de Estados Unidos y Occidente en Colombia.
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Mientras que NATO se reúne en Madrid la próxima semana para redactar su primer concepto estratégico en 12 años, que se prevé que expanda la misión de NATO mucho más allá de Europa, tal vez la elección de Petro pueda cambiar la conversación y al menos mantener a los belicistas occidentales fuera de América Latina. Dado que la expansión de NATO ha sido un factor importante que ha contribuido al conflicto en Ucrania, esta sería una señal positiva para cualquiera que valore la paz.
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En general, cortar o recortar los lazos con Estados Unidos y, por ejemplo, unirse a un club en constante expansión de países que se alinean con China sería otro golpe masivo a la influencia de Estados Unidos. De hecho, las administraciones colombianas anteriores han mantenido estrechos vínculos con China, pero aún se han caracterizado por un enfoque de Estados Unidos primero. A diferencia de muchos otros países de América Latina, Colombia no es miembro de la Belt and Road Initiative (BRI) liderada por China, que es algo que China ha buscado mientras que Estados Unidos no presenta proyectos de desarrollo serios. Unirse a la BRI aceleraría el declive de la influencia regional de Estados Unidos.
La elección de Petro marca un cambio significativo, si no histórico, para Colombia. Es un serio desafío al statu quo, a la élite del país y muy probablemente a la militarización de América Latina en general. Queda por ver hasta qué punto sus políticas internas pasarán por los diversos niveles de gobierno, pero sin duda en su papel de jefe de Estado abrirá serias vías para desafiar el orden regional que hasta ahora ha estado dominado por el proyecto imperialista y neocolonial estadounidense.
Fuente: RT