La semana pasada surgieron informes de que Estados Unidos levantaría algunas sanciones contra Venezuela, incluidas las de al menos una persona y la reanudación de las operaciones de las compañías petroleras estadounidenses y europeas en Venezuela. Esta noticia fue confirmada más tarde por la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez.
Según los informes, Estados Unidos está aliviando las sanciones como señal de “buena voluntad” después de que se llevaron a cabo negociaciones de alto nivel en Marzo, con la esperanza de fomentar el diálogo entre el gobierno del presidente Nicolás Maduro y la oposición respaldada por Estados Unidos. Las declaraciones de la vicepresidenta Rodríguez en reacción a esta noticia sugirieron que el gobierno venezolano tiene la intención de hacer precisamente eso, así como continuar el diálogo a nivel internacional.
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Sin lugar a dudas, este es un paso positivo para Venezuela – incluso si tiene mucho que ver con los Estados Unidos y sus socios – que busca cualquier vía para reducir la inflación aplastante. El bloqueo criminal e ilegal de Estados Unidos a Venezuela ha estrangulado la economía venezolana de manera innecesaria e inhumana. Por años, los problemas económicos derivados de las sanciones unilaterales impuestas por Estados Unidos han plagado al país y perjudicado a la gente común, todo en un esfuerzo por derrocar al gobierno venezolano elegido democráticamente.
Aún así, Venezuela logró salvar la situación y, el año pasado, registró un crecimiento económico positivo y redujo la inflación a un nivel tolerable después de años de recesión económica e inflación descontrolada. El hecho de que Venezuela haya podido lograr esto sin el beneficio de las relaciones comerciales normales con Occidente no es poca cosa y habla del hecho de que las sanciones de los Estados Unidos están perdiendo su poder y Estados Unidos está perdiendo su influencia.
Esta es precisamente la razón por la que Estados Unidos debe continuar las negociaciones con Venezuela, eventualmente levantando todas las sanciones y comprometiéndose de manera significativa con todos sus vecinos – incluidos Cuba y Nicaragua – a pesar de los desacuerdos políticos. Estados Unidos debe ver su papel en América como el de un socio entre iguales en lugar de depender de acciones coercitivas para satisfacer sus ambiciones políticas, ya que hacerlo solo aislará a Estados Unidos en su propio vecindario.
Los líderes en América están tomando nota del cambiante panorama geopolítico mundial. Por ejemplo, hablando en Cuba el 9 de Mayo, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, pidió a Estados Unidos que pusiera fin a sus sanciones en curso contra el país caribeño que se remontan a 1959. Él, como lo ha hecho anteriormente, pidió una comunidad en América unida similar a la Unión Europea y también amenazó recientemente, junto con una docena de otros líderes, con boicotear la Cumbre de las Américas del próximo mes, organizada por Estados Unidos, debido a su exclusión de Venezuela, Nicaragua y Cuba.
El presidente mexicano también señaló el surgimiento de China como una oportunidad para la región. Los líderes de estos países quieren planes de desarrollo concretos y propuestas de inversión; mientras tanto, Estados Unidos parece estar preocupado solo por puntos de interés político interno como la inmigración ilegal y el tráfico de drogas, que en realidad están vinculados a la caótica política exterior de Estados Unidos con sus vecinos del sur en América. Por otro lado, China ofrece proyectos de desarrollo e inversiones sin ataduras que son extremadamente atractivos para estos países.
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Para los líderes de América Latina y el Caribe, las preocupaciones internas de Estados Unidos son de poca importancia. Ellos quieren brindar seguridad y prosperidad a su región, que es la función más básica de cualquier servidor público. Dividir la región en líneas políticas y excluir a algunos países de diversos foros diseñados para, supuestamente, unir a los paises de América no cumple con estos objetivos básicos. En realidad, hace lo contrario – y más líderes lo reconocen.
Esta es, por ejemplo, la razón por la que hay crecientes llamamientos para abolir la Organización de Estados Americanos (OEA), dominada por Estados Unidos, que actualmente excluye a Cuba y está disputando la membresía de Venezuela, y reemplazarla por una organización más inclusiva. Algunos países, incluido México, están pidiendo una organización regional basada principalmente en la cooperación económica para ayudar en el desarrollo regional, dejando de lado la ideología. Es difícil ver, en esta coyuntura, dónde encajaría Estados Unidos en esta imagen.
Para que Estados Unidos no se encierre en un rincón de su vecindario, al que los funcionarios de Estados Unidos se han referido como “our hemisphere” durante casi dos siglos, debe buscar un acercamiento con aquellos países, a saber, Venezuela, Nicaragua y Cuba, con los que tiene marcadas diferencias políticas. Debe entablar un diálogo serio y constructivo que vaya más allá de los estrechos intereses propios. Una forma de hacerlo sería escuchando las súplicas de los líderes regionales e invitando a Venezuela, Nicaragua y Cuba a la Cumbre de las Américas el próximo mes. De lo contrario, solo está fortaleciendo la noción opuesta de “nuestra América”, o “our América”, acuñada por primera vez por el escritor cubano José Martí en un famoso libro del mismo nombre de finales del siglo XIX. Martí la usó para describir la oposición al dominio español, pero la frase ha sido reutilizada en la actualidad por los socialistas latinoamericanos para oponerse a Estados Unidos.
Estados Unidos se ha puesto en un callejón sin salida en el que puede continuar antagonizando a América Latina y el Caribe, viéndola, como lo ha hecho desde la Doctrina Monroe, como su patio trasero, o arriesgarse a ser incluido en la lista negra de la comunidad Americana por completo.
Fuente: Sputnik