Los intentos encubiertos de los Estados Unidos para eliminar al reconocido revolucionario cubano Fidel Castro por medio de la explosión de cigarros o conchas marinas envenenadas son ahora bien conocidos. Pero un plan que los espías estadounidenses hicieron contra su hermano Raúl habia permanecido en secreto… hasta ahora.
El 16 de Abril, el líder cubano Raúl Castro anunció su intención de renunciar y pasar el liderazgo del Partido Comunista Cubiano a una generación más joven “llena de pasión y espíritu antiimperialista”. Habiendo tomado el poder de su hermano Fidel en 2008, su partida marca el fin aparente de una dinastía que ha gobernado Cuba desde 1961.
Para conmemorar la ocasión histórica, el National Security Archive publicó una serie de documentos previamente clasificados de la US Central Intelligence Agency (CIA) que exponen cómo Estados Unidos tenía planes bien desarrollados para asesinar a Raúl.
Una visión general de la trama es proporcionada por un memorando de Enero de 1975, preparado para el Inspector General de la CIA, con el título declarado de “actividades cuestionables”. El documento señala que José Raúl Martínez Núñez – “un ciudadano cubano y piloto de Cubana Airline” – fue “desarrollado y reclutado” por la CIA en algún momento en 1960.
El 18 de julio de ese año, el recién reclutado activo de la CIA solicitó una reunión de emergencia con sus manejadores, en la que reveló que “él era la opción probable para pilotar un vuelo chárter de Cubana Airline de La Habana a Praga, para recoger a Raúl Castro y su oficiales de partido”, programado dentro de tres días.
El cuartel general de la CIA y las “estaciones de campo apropiadas a lo largo de la ruta de vuelo” fueron debidamente informados del programa de vuelo, y en la mañana del 21 de Julio, Langley telegrafió a su estación de La Habana sugiriendo que el viaje representaba una oportunidad de oro para la “posible remoción” de los “tres líderes principales” de la revolución cubana, una perspectiva bajo “seria consideración”.
Martínez fue contactado para determinar su disposición para “(organizar) un accidente” durante el viaje de regreso del avión desde la capital checa, y ofrecieron 10,000 dolares – equivalente a 90,000 dolares hoy – para completar con éxito la operación, o “una cantidad razonable en exceso de eso”.
Un representante de la CIA luego se reunió con Martínez para discutir el “accidente”, la pareja discutio los puntos más finos de la conspiración mientras el conducía al aeropuerto. Martínez quería garantías de que en el caso de su muerte, Estados Unidos “vería que sus dos hijos recibieran una educación universitaria”, que él recibió. Sin embargo, al regresar a la sede en La Habana, el operativo de la CIA fue informado de que se había recibido un cable ordenando que se cancelara el plan. El cable simplemente decía: “no lo lleves a cabo…. nos gustaría abandonar el plan”.
Los archivos desclasificados indican que esto fue por razones prácticas más que humanitarias. Un cable enviado a Langley desde la estación de La Habana al día siguiente detalla las limitaciones de las dos “posibilidades que pueden pasar como accidentales”: “fallo del motor en el despegue para retrasar o fastidiar el viaje; la vaga posibilidad de caer al agua aproximadamente a tres horas de Cuba”.
“Martínez descartó una falla del motor en vuelo debido a un peligro inminente de incendio y la falta de oportunidad de salvar a los pasajeros o la tripulación. Duda de la capacidad para efectuar la ponchadura de neumáticos ya que el avión estará bajo vigilancia. Duda de la capacidad de realizar un accidente real sin poner en peligro la vida de todos a bordo, pero dispuesto a intentar el sabotaje si se presenta la oportunidad”, afirma el cable.
Como Martínez estaba en el aire en el momento en que la trama había sido cancelada, no había manera de que la CIA pudiera informarle de su cancelación, aunque por suerte, no hubo tal oportunidad de organizar el “accidente” en ningún momento durante la estadía, lo que significa que Raúl y sus acompañantes viajaron hacia y desde la capital checa sin problemas.
Como consta en el memorándum de 1975, el valiente piloto desertó formalmente a los Estados Unidos en Diciembre de 1960, estableciéndose en Miami, Florida. Alrededor de 500,000 cubanos huyeron a allí en los 15 años posteriores a la revolución cubana de 1959, muchos de ellos posteriormente se vieron envueltos en la guerra secreta de la CIA contra el gobierno cubano de Fidel Castro.
Quizás el episodio más notorio de esta larga campaña estadounidense es la Invasión de Bahía de Cochinos en Abril de 1961.
El esfuerzo vio a 1,400 exiliados cubanos armados y entrenados por la CIA para intentar abrumar y tomar el control de Cuba. El éxito de la audaz incursión dependió enteramente del apoyo aéreo de Estados Unidos, que el entonces presidente John F. Kennedy se negó a proporcionar, lo que significa que fracasó en solo tres días, con al menos 114 insurgentes muertos, 360 heridos y 1,200 capturados y encarcelados. En Diciembre del año siguiente, la liberación de 1,113 veteranos de Bahía de Cochinos fue asegurada por un abogado asistido por la CIA, a cambio de 53 millones de dolares – con un valor de 464.5 millones de dolares hoy – en alimentos y medicinas.
Los detalles del vergonzoso episodio son ridículos en extremo, pero los archivos recién publicados dejan en claro que la CIA y sus representantes en el exilio eran muy serios, literalmente. Un documento interno de la CIA de Junio de 1966 describe un complot laberíntico para asesinar a Fidel Castro inmediatamente después de la invasión.
En Agosto de 1960, Richard M Bissell, el reclutador del personal de la CIA encargado de supervisar la operación Bahía de Cochinos, se puso en contacto con la Oficina de Seguridad de la CIA, en busca de activos que pudieran ayudar con “una misión delicada que requiere una acción tipo gángster”. El plan era tan delicado que incluso se mantuvo en secreto de los representantes de JMWAVE, una importante estación de operaciones encubiertas y recopilación de inteligencia operada por la CIA desde un dirigible frente a la costa de Florida.
Como resultado, el investigador privado Robert Maheu – cuya agencia inspiró la clásica serie de televisión Mission Impossible – fue contactado y se le preguntó “si podía desarrollar una entrada de los elementos gangster como el primer paso hacia el logro del objetivo deseado. Como Maheu explicó más tarde, la CIA fue su “primer cliente estable”, dándole misiones “audaces” – “aquellos trabajos en los que la CIA no podía estar involucrada oficialmente”.
Maheu se reunió con el mafioso Johnny Roselli en Septiembre de 1960 en la ciudad de Nueva York, afirmando representar intereses comerciales que sufrieron pérdidas sustanciales como resultado de la revolución cubana, y ofreciendo hasta 150,000 dolares por la “liquidación” de Castro.”Inicialmente reacio a involucrarse, el mafioso finalmente fue persuadido para presentar a Maheu a sus asociados Santos Trafficant y Sam Giancana, ambos miembros de la lista de los 10 más buscados del Fiscal General de Robert F. Kennedy.
Giancana sugirió que Juan Orta, “un funcionario cubano que había estado recibiendo sobornos de intereses de juego” y “todavía tenía acceso a Castro”, colocara una “píldora potente” en la comida o bebida de Fidel. A la Office of Technical Service de la CIA se le pidió entonces “desarrollar una píldora que tuviera los elementos de solubilidad rápida, alto contenido letal y poca o ninguna trazabilidad”.
Seis pildoras fueron probadas, con tres finalmente proporcionados a Orta para la misión, sin embargo, después de varias semanas de intentarlo, “se echó para atrás y pidió salir de la asignación”, recomendando a otro candidato que también “hizo varios intentos sin éxito”.
Presumiblemente desesperada, la CIA se acercó al prominente exiliado Anthony Verona, quien “aprovechó la oportunidad para involucrarse”, y dejó en claro que estaba “dispuesto a manejar la misión a través de sus propios recursos”. Sin embargo, su “potencial nunca fue plenamente explotado”, ya que el plan de asesinato fue cancelado después del cataclismo de Bahía de Cochinos, y las píldoras fueron “recuperadas” por Langley.
Esto estuvo lejos de ser la única bala – o píldora – que Fidel esquivó durante los 49 años que dirigió a Cuba. En total, Fidel pudo haber sobrevivido al menos 638 intentos de asesinato patrocinados por Estados Unidos.
Fabian Escalante, jefe retirado de la contrainteligencia cubana, estimó que el número de planes de asesinato o intentos reales por parte de la CIA bajo administraciones estadounidenses separadas era de 38 bajo Dwight Eisenhower, 42 bajo John F. Kennedy, 72 bajo Lyndon B. Johnson, 184 bajo Richard Nixon, 64 bajo Jimmy Carter, 197 bajo Ronald Reagan, 16 bajo George H. W. Bush y 21 bajo Bill Clinton. Las cifras de otros presidentes de Estados Unidos a quienes Fidel sobrevivió no están disponibles.
Evidentemente, la inmensa buena fortuna, si no la invencibilidad absoluta, corre en la sangre de la familia Castro.
Fuente: RT