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Presidente Bolsonaro hunde a Brasil en el caos y desgobierno – periodista

El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, cada día más aislado y ahora despojado de funciones por los militares, está mostrando su faceta más deplorable: el prefiere hundir a su país en el caos y el desgobierno, antes de hacerse a un lado reconociendo su incapacidad para enfrentar la crisis provocada por la pandemia de Covid-19.

La última crisis se produjo el lunes 6, cuando Bolsonaro decidió despedir al ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, con quien mantiene un fuerte desacuerdo por el aislamiento y el distanciamiento social, que son recomendadas por la autoridad sanitaria, por todos los gobernadores y las fuerzas armadas.
Durante la tarde del 6 de abril, los ministros Walter Braga Netto (Casa Civil) y Luiz Eduardo Ramos (Gobierno), ambos militares, lo forzaron a dar marcha atrás ya que Bolsonaro tenía la decisión tomada y ya había hablado con el sustituto del ministro de Salud, que aún sigue “balanceándose en el cargo”.
Apenas se supo que el presidente estaba decidido a despedir a su ministro de Salud, que tiene el doble de popularidad que Bolsonaro, esto comenzó un nuevo cacerolazo (como todas las tardes desde hace diez días), en rechazo al presidente y en respaldo a su ministro de Salud.
En estos momentos se superponen varias disputas y crisis. El presidente Bolsonaro rechaza la cuarentena con el argumento de que la economía se verá afectada. El sabe que una crisis económica profunda, que por otro lado parece inevitable, puede colapsar su gobierno y, sobre todo, impedir su reelección en 2022.
Pero esta es apenas la parte más visible del conflicto entre poderes. En las últimas semanas, Bolsonaro debió asimilar una importante pérdida de popularidad (que se desplomó hasta menos del 30%), extensas muestras de repudio entre la clase media que lo eligió, y rechazo explícito de los gobernadores, encabezados por el gobernador de Sao Paulo, el socialdemócrata João Doria, posible adversario en la carrera presidencial.
En este clima, los militares entendieron que Bolsonaro afecta la gobernabilidad del país, ya que en la principal tarea del momento, el combate a la pandemia, está enfrentado a todo el arco político al despreciar la epidemia y proponer medidas poco ortodoxas como la reapertura del comercio, las clases escolares y el conjunto de la actividad económica.

Desplome en espiral

Brasil vive un conflicto interno que amenaza con colapsar el país en una espiral descendente, ya que en una situación extrema como la que provoca el brote de Covid-19, sólo una conducción firme y con gran legitimidad social e institucional, es capaz de superar las dificultades. Porque la pandemia está en sus primeras fases y todos los análisis coinciden en la fragilidad del sistema de salud, esto podrá tener un efecto devastador cuando llegue a los barrios más pobres.
Un primer aspecto a tener en cuenta, es el intento de los militares por acotar el poder de Bolsonaro. El 28 de marzo, los militares convencieron a Bolsonaro de que el ministro de la Casa Civil, el general Walter Braga Netto, debía convertirse en “presidente operativo” de Brasil.
Según el primer medio que filtró la información – la página miliar Defesanet.com – se trata de una “misión informal”, para la que Braga Netto se convierte en “Jefe del Estado Mayor de Planalto”, tarea que define como “más trascendente que la ya poderosa función de ministro de la Casa Civil que el ejercía”.
Según la propia página militar, de ese modo se buscaba acotar “una semana en la que proliferaron noticias falsas”, entre ellas afirmaciones periodísticas “delirantes sobre la crítica de los militares al gobierno”. Los militares pretenden proteger al presidente, porque una crisis de gobierno arruinaría el prestigio de la institución militar que lo sostiene con cientos de militares en los escalones más altos del gobierno.
Sin embargo, los militares no pudieron impedir los exabruptos del presidente ni evitar su creciente desgaste. El ministro de Educación, Abraham Weintraub, provocó un nuevo conflicto con China a raíz de unas declaraciones racistas. El primer conflicto diplomatico fue creado por uno de los hijos de Bolsonaro, el diputado Eduardo Bolsonaro, que diez días atrás insultó a China al acusarla de dictadura responsable de la pandemia.
Ahora el ministro dijo que los chinos comen “todo lo que el sol ilumina”, mientras los brasileños “crían a los cerdos en el chiquero”. Según los medios, los diplomáticos chinos “perdieron la paciencia con Brasil”, al que ahora le exigen una disculpa formal, ya que Weintraub es parte del gobierno.
La reacción china puede ser mucho más dolorosa para Brasil que la simple polémica diplomática. Medios brasileños se hicieron eco estos días de que China podría sustituir la soya brasileña por la de Estados Unidos. Aunque reconocen que por ahora no se han registrado cambios decisivos en esa dirección, estiman que es muy probable que por sus intereses comerciales China decida incrementar las importaciones desde Estados Unidos.
China es el principal socio comercial de Brasil, con el que mantiene un amplio superávit comercial que contrasta con el déficit que mantiene con Estados Unidos.
Más allá de ambos problemas mayusculos (caos en la estrategia para hacer frente a la pandemia y crisis con China), Brasil presenta por lo menos otras dos debilidades.

El candidato puntero en Brasil, Bolsonaro, acusado de ‘campaña de noticias falsas y fraude’ antes de la segunda vuelta. El Partido de los Trabajadores pide a la corte que lo retiren de la carrera presidencial

La primera es la enorme debilidad institucional, a la que debe sumarse la errática política de Bolsonaro de abrir frentes innecesarios. En mi opinión, es la baja legitimidad institucional lo que lleva a Bolsonaro a cometer errores tan graves. En medio de la crisis, el ministro Weintraub, por ejemplo, amenazó con que el Gobierno se prepara para suspender la concesión de TV Globo.
Una amenaza desproporcionada contra la mayor red de medios privados del país. El ministro fue más lejos al anunciar que TV Globo “no sobrevive hasta 2023”. Una actitud tan infantil como decir que está dispuesto a disculparse de su “imbecilidad”, siempre que China “nos venda respiradores a precio de costo”.
La segunda debilidad dejó sorprendida a la ex presidenta Dilma Rousseff en las redes sociales:

“Hace diez años Brasil fabricaba aviones, ahora no es capaz de fabricar cubrebocas”.

El país que pretendió ser un jugador global en la década de 2000, se tendrá que conformar con un lugar de segundo o tercer nivel en el escenario internacional.

Fuente: Sputnik