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La Presidencia de Trump ha terminado – Peter Wehner

Ha tomado mucho más tiempo de lo que debería, pero los estadounidenses ahora han visto al estafador detrás de la cortina.

Cuando, en enero de 2016, escribí que a pesar de ser un republicano de toda la vida que trabajó en las tres administraciones republicanas anteriores, nunca votaría por Donald Trump, a pesar de que su administración se alinearía mucho más con mis puntos de vista políticos que una presidencia de Hillary Clinton, muchos de mis amigos republicanos estaban confundidos. ¿Cómo podría no votar por una persona que revisó mucho más de mis cajas de póliticas que su oponente?
Lo que expliqué entonces, y lo que he dicho muchas veces desde entonces, es que Trump es fundamentalmente inadecuado – intelectualmente, moralmente, temperamentalmente y psicológicamente – para el cargo. Para mí, esa es la consideración primordial al elegir un presidente, en parte porque en algún momento es razonable esperar que un presidente enfrente una crisis inesperada – y en ese momento, el juicio y el discernimiento del presidente, su carácter y su capacidad de liderazgo, realmente importarán.
“Mr Trump no tiene ningún deseo de familiarizarse con la mayoría de los problemas, y mucho menos dominarlos” es como lo dije hace cuatro años. “Ningún candidato presidencial importante ha sido tan desdeñoso del conocimiento, tan indiferente a los hechos, como sin preocupaciones por su ignorancia.” Yo he añadido esto:

La virulenta combinacion de ignorancia, inestabilidad emocional, demagogia, narcisismo y venganza de Mr Trump haría más que esperable una presidencia fallida; muy bien podría conducir a una catástrofe nacional. La perspectiva de Donald Trump como comandante en jefe (del ejercito mas poderoso del planeta) debería enviar un escalofrío por la columna vertebral de cada estadounidense.

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Tomó hasta la segunda mitad del primer mandato de Trump, pero la crisis ha llegado en forma de pandemia de coronavirus, y es difícil nombrar a un presidente que ha sido tan abrumado por una crisis como el coronavirus ha abrumado a Donald Trump.
Sin duda, el presidente no es responsable ni del coronavirus ni de la enfermedad que causa, COVID-19, y no podría haber impedido que azotara nuestro territorio, incluso si hubiera hecho todo bien. Tampoco es el caso que el presidente no haya hecho nada bien; de hecho, su decisión de implementar una prohibición de viajar a China fue prudente. Y cualquier narrativa que intente culpar a Trump por el coronavirus es simplemente injusta. La tentación entre los críticos del presidente de usar la pandemia para hechar en cara a Trump por cada cosa mala que ha hecho debe ser resistida, y sentarse a verlo fracasar nunca es una buena mirada.
Dicho esto, el presidente y su administración son responsables de errores graves y costosos, especialmente los épicos fallos en la fabricación de las pruebas de diagnóstico, la decisión de aplicar pruebas de diagnostico a muy pocas personas, el retraso en la expansión de las pruebas a laboratorios fuera de los Centers for Disease Control and Prevention y problemas en la cadena de suministro. Estos errores nos han dejado “ciegos” y muy mal parados detrás de la curva, y, durante unas pocas semanas cruciales, crearon una falsa sensación de seguridad. Lo que ahora sabemos es que el coronavirus se extendió silenciosamente durante varias semanas, sin que nos dieramos cuenta de ello y mientras, no estábamos haciendo absolutamente nada para detenerlo. Los esfuerzos de contención y mitigación podrían haber frenado significativamente su propagación en un punto temprano y crítico, pero ignoramos esa oportunidad.

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“Ellos simplemente han perdido tiempo que no pueden recuperar. No se puede recuperar seis semanas de ceguera “, dijo a The Washington Post, Jeremy Konyndyk, quien ayudó a supervisar la respuesta internacional al Ébola durante la administración Obama y es senior policy fellow en el Center for Global Development. “En la medida en que hay alguien a quien culpar aquí, la culpa está en la gestión pobre y caótica de la White House y en el fracaso en reconocer el panorama general.”
A principios de la segunda semana de Marzo, Anthony Fauci, el ampliamente respetado director del National Institute of Allergy and Infectious Diseases cuya reputación de honestidad e integridad solo se ha mejorado durante esta crisis, admitió en el testimonio del Congreso que Estados Unidos todavía no está proporcionando pruebas adecuadas para el coronavirus. “Esto está fallando. Vamos a admitirlo”. El agregó: “La idea de que cualquiera sea analizado fácilmente, en la forma en que la gente en otros países lo está haciendo, nosotros no estamos preparados para eso. Creo que debería ser asi, pero no lo estamos.”
También sabemos que la World Health Organization tuvo procedimientos de prueba en funcionamiento que Estados Unidos rechazó, y los investigadores de un proyecto en Seattle intentaron realizar pruebas tempranas para el coronavirus, pero los funcionarios federales les impidieron hacerlo. (Los médicos del proyecto de investigación finalmente decidieron realizar pruebas de coronavirus sin la aprobación federal).

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Pero eso no es todo. Según los informes, el presidente ignoró las alertas tempranas de la gravedad del virus y se enojó con un funcionario de los CDC quien en Febrero advirtió que un brote era inevitable. La administración Trump desmanteló la global-health office del National Security Council, cuyo propósito era abordar las pandemias globales; ahora estamos pagando el precio de eso. “Nosotros trabajamos muy bien con esa oficina”, dijo Fauci al Congreso. “Sería bueno si la oficina todavía estuviera allí”. Nosotros podemos enfrentar una escasez de ventiladores y suministros médicos, y los hospitales pronto pueden verse abrumados, ciertamente si el número de casos de coronavirus aumenta a un ritmo similar como en países como Italia. (Esto causaría no solo muertes innecesarias relacionadas con el coronavirus, sino muertes de aquellos que padecen otras dolencias que no tendrán acceso fácil a la atención hospitalaria).
Algunos de estos errores son menos graves y más comprensibles que otros. Uno tiene que tener en cuenta que en el gobierno, cuando las personas se ven obligadas a tomar decisiones importantes basadas en información incompleta en un período de tiempo muy corto, las cosas salen mal.

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Sin embargo, en algunos aspectos, la avalancha de información falsa del presidente ha sido la más alarmante de todas. Ha sido una avalancha de rocas, una tras otra, como las cuales nunca habiamos visto. Día tras día el negó descaradamente la realidad, en un esfuerzo por mitigar el daño económico y político que el enfrentó. Pero Trump está en el proceso de descubrir que no puede sacudirse o twittear su salida de una pandemia. No hay nadie que pueda hacerle al coronavirus lo que el Fiscal General William Barr le hizo al informe de Mueller: mentir al respecto y salirse con la suya.

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La desinformación y la mendacidad del presidente sobre el coronavirus están ajustándose a la cabeza. El afirmó que el coronavirus estaba contenido en Estados Unidos cuando en realidad se estaba extendiendo. El afirmó que lo habíamos “destruido” cuando no lo habíamos hecho. El afirmó que las pruebas estaban disponibles cuando no lo estaban. El afirmó que el coronavirus algún día desaparecerá “como un milagro”; pero no lo hará. El afirmó que una vacuna estaría disponible en meses; Fauci dice que la vacuna no estará disponible durante un año o más.
Trump culpó falsamente a la administración de Obama por impedir las pruebas de coronavirus. El afirmó que el coronavirus llegó por primera vez a los Estados Unidos más tarde de lo que realmente lo hizo. (El dijo que el brote inició tres semanas antes del momento en que el habló; la cifra real era el doble.) El presidente afirmó que el número de casos en Italia estaba comportandose “mucho mejor” cuando estaba mucho peor. Y en una de las declaraciones más impresionantes que un presidente estadounidense haya hecho jamas, Trump admitió que su preferencia fue mantener un crucero frente a la costa de California en lugar de permitir que atracara, porque quería mantener artificialmente bajo el número de casos reportados del coronavirus.
“Me gustan los números”, dijo Trump. “Prefiero que los números permanezcan donde están. Pero si ellos quieren quitárselos, se los quitarán. Pero si eso sucede, de repente, tus 240 casos obviamente serán un número mucho más alto, y probablemente las 11 muertes también serán un número más alto.(Las cabezas más frías prevalecieron, y sobre las objeciones del presidente, al buque Grand Princess se le permitió atracar en el Puerto de Oakland.)

El va una y otra vez.

Para empeorar las cosas, el presidente pronunció un discurso de la Oval Office que estaba destinado a tranquilizar a la nación y a los mercados, pero en su lugar pusó en shock a ambos. El discurso del presidente fue incómodo y estremecedor; peor aún, en varios momentos, el presidente, que decidió publicar el discurso del teleprompter, estableció erróneamente las propias políticas de su administración, que despues la administración tuvo que corregir. Los futuros bursátiles cayeron incluso cuando el presidente todavía pronunciaba su discurso. En su discurso, el presidente pidió a los estadounidenses que “se unieran como una nación y una familia”, a pesar de haberse referido al gobernador de Washington Jay Inslee como una “serpiente” días antes del discurso y atacara a los demócratas la mañana siguiente. Como dijo Dan Balz de The Washington Post, “Casi todo lo que podría haber salido mal con el discurso salió mal.”

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En conjunto, este es un fracaso masivo de liderazgo que se deriva de un defecto masivo en el carácter. Trump es un mentiroso tan habitual que es incapaz de ser honesto, incluso cuando ser honesto serviría a sus intereses. Es tan impulsivo, miope e indisciplinado que es incapaz de planificar o incluso pensar más allá del momento. Es una figura tan divisiva y polarizante que hace mucho tiempo perdió la capacidad de unir a la nación bajo cualquier circunstancia y por cualquier causa. Y es tan narcisista y poco reflexivo que es completamente incapaz de aprender de sus proios errores. La personalidad desordenada del presidente lo hace tan mal equipado para lidiar con una crisis como cualquier presidente ha estado nunca. Con pocas excepciones, lo que Trump ha dicho no es solo inútil; sino francamente perjudicial.
La nación está reconociendo esto, tratándolo como un espectador “mientras superintendentes escolares, comisionados deportivos, presidentes universitarios, gobernadores y dueños de negocios en todo el país se encargan de apagar gran parte de la vida estadounidense sin una guía clara del presidente”, en palabras de Peter Baker y Maggie Haberman de The New York Times.

Donald Trump se está encogiendo ante nuestros ojos.

Es muy probable que el coronavirus sea el punto de inflexión de la presidencia de Trump, cuando todo cambió, cuando la bravuconería, la ignorancia y la superficialidad del 45º presidente de Estados Unidos se volvieron innegables, una realidad empírica, tan indiscutible como las leyes de la ciencia o una ecuación matemática.
Ha tomado mucho más tiempo de lo que debería, pero los estadounidenses ahora han visto al estafador detrás de la cortina. El presidente, enfurecido por haber sido desenmascarado, se volverá más desesperado, más amargado, más desquiciado. Él sabe que nada va a ser lo mismo. Su administración puede tambalearse, pero será solo un caparazón hueco. La presidencia de Trump ha terminado.

Fuente: The Atlantic