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Estados Unidos, ¿la amenaza más grande para México? – periodista

Articulo publicado originalmente el 1 de Diciembre de 2018

Información que solo estaba a disposición de los altos mandos militares mexicanos confirma que una futura intervención militar por parte de Estados Unidos es una amenaza latente para la seguridad nacional del Estado mexicano.
A inicios del sexenio, el expresidente Enrique Peña Nieto ordenó a la SEDENA y a la SEMAR — tras una larga y humillante jornada de presiones estadounidenses sobre los militares mexicanos — que reestructuraran un plan de defensa militar al cual llamó Plan Militar de Defensa Nacional Conjunto, dicho plan se define como el “documento militar reservado que establece las estrategias para la articulación, el desarrollo y el empleo de las capacidades de las Fuerzas Armadas, a fin de responder efectiva y coordinadamente contra amenazas, riesgos y desafíos que se opongan a la consecución y/o mantenimiento de los intereses y objetivos de defensa”.
La reestructuración supuestamente fue ordenada con el fin de dar una respuesta “contundente” a las agencias y organismos estadounidenses. Desde el sexenio del expresidente Felipe Calderón, los halcones estadounidenses buscaron penetrar hasta lo más profundo de la estructura castrense mexicana, hallando una inesperada resistencia por parte de los altos mandos y la institución misma. Por ese motivo, el expresidente Obama, junto al Pentágono, habrían ejercido una presión asfixiante sobre las fuerzas armadas mexicanas por medio del The New York Times, demeritando su profesionalismo en el terreno y filtrando información falsa a los más altos niveles. Como que la designación del titular de SEDENA corría por cuenta de la Oval Office de la White House, y no de Los Pinos.

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Según Carlos Ramírez, columnista de El Financiero, la intención era sembrar la discordia dentro de las fuerzas armadas para generar un ambiente de división que desestabilizara el mando militar mexicano, afín de dejar la seguridad nacional en manos de una dirigencia estadounidense, como sucede en Colombia. Esta estrategia fracasó y aparentemente las reformas castrenses que realizó Peña Nieta en ese momento fueron ideadas para “blindar” al Ejército mexicano ante injerencias extranjeras que buscaban alejar a los militares de su misión de mantener la seguridad interna del país.
En este Plan Militar de Defensa Nacional Conjunta se exponen las amenazas, los riesgos y los desafíos más importantes a los cuales se enfrenta el Estado mexicano y que representan un peligro para su propia existencia. Entre ellos, se destaca una nueva intervención militar por parte de Estados Unidos, la crisis migratoria y la dependencia del extranjero de la tecnología militar. Aparte hace mención a los obstáculos que impiden que la defensa de los intereses nacionales pueda efectuarse, refiriéndose a la falta de equipos, el deterioro de las instalaciones militares, el déficit de presupuesto, tropas, armamento y una legislación “inadecuada”.
Originalmente, el documento se encontraba a resguardo en una caja fuerte dentro de las instalaciones de Gobierno y era información confidencial que solo estaba a disposición de Presidencia, SEDENA y SEMAR. Sin embargo, en Noviembre de 2018, el sitio de Noticias y Periodismo de Investigación Contralínea obtuvo el documento, que data del día 30 de Julio del 2013. Este es una actualización del elaborado en el año 2004.
La investigación de Contralínea se divide en cinco partes, en las que se explica a detalle porque estamos desprotegidos ante el poder del exterior y sus pretensiones codiciosas contra México.
La primera parte trata las seis amenazas a las que se enfrenta el Estado mexicano, la más peligrosa de ellas y a la que más vulnerable se encuentra México es la intervención militar. Un peligro que tradicionalmente se ha posado sobre México como una espada de Damocles.
Esta intervención puede ejecutarse directamente o provocarse artificialmente con artimañas políticas — falsa bandera —, el documento señala con precisión que la White House puede llegar a considerar (si es que no lo hace ya) a México como una amenaza latente para sus intereses en la región. Esto se corrobora con la información expuesta por Caspar Weinberger y Peter Schweizer en su libro ‘The Next War’. Prologado por la bélicosa Margaret Thatcher, ex primera ministra del Reino Unido.

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Poco después — escribe Weinberger en su libro — de que fuera asesinado un gran economista que se había convertido en presidente de México, un “populista radical” se hace con el poder y promueve cambios en los que se critica ferozmente a Estados Unidos, se nacionaliza la industria bancaria y de aseguradoras. La DEA informa al presidente estadounidense que el nuevo mandatario mexicano está relacionado con los carteles de la droga y trabaja con ellos. Para el año 2003, México está en caos, millones de mexicanos tratan de huir, se despliegan más de 60,000 soldados estadounidenses en la frontera y los narcotraficantes mexicanos están organizando disturbios en los barrios pobres de las ciudades de Houston y San Diego.
Caspar Weinberger, ex Secretario de Defensa del neoliberal y destronado presidente Ronald Reagan, plantea sin tapujos un futuro escenario en el que el Gobierno de Estados Unidos tome la decisión de invadir México a través de juegos de guerra alimentados por información estadística, aspectos políticos, económicos, sociales y militares acompañados por la disposición de altos funcionarios del Gobierno mexicano.
La visión de Weinberg se ve sustentada en el Plan Operativo del Pentágono para la ‘Liberación de México’. En este plan, el Departamento de Defensa de Estados Unidos describe cómo, después de un ataque a la Embajada estadounidense y con dos frentes internos abiertos por el narcotráfico, se generé una crisis migratoria que amenace la seguridad nacional de Estados Unidos e incite a su Gobierno a declarar la guerra a México. Interviniendo en el país con una guerra relámpago que quebrante la moral militar rápidamente.
De acuerdo con el plan, la infantería mecanizada invadiría el país por tres puntos vitales del norte, destruyendo objetivos de defensa claves como la Base Aérea de Santa Lucía en menos de dos minutos y tomando el puerto de Tampico en el Golfo de México con un operativo marítimo. Posteriormente, mediante una campaña de manipulación mediática se convence al pueblo mexicano que los invasores son ‘bondadosos’ y los invaden para traer la democracia. Finalmente, el secretario de Relaciones Exteriores — acompañado por un grupo de conspiradores — se apoderaría de un mando militar para asaltar Los Pinos (el presidente ya habría huido), creando un Gobierno provisional autorizado por la White House y básicamente entregar en bandeja de plata el país.

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¿Suena descabellado? no tanto, la White House siempre ha andado en busca de un pretexto para invadir México y el expresidente Felipe Calderón se los dio durante seis años con su fallida estrategia de guerra contra los carteles de droga. Sobretodo cuando en el 2011 los servicios de inteligencia estadounidense filtraron información falsa que apuntaba a un presunto plan iraní para contratar sicarios mexicanos y asesinar al embajador de Arabia Saudí en Estados Unidos. Actualmente no debe olvidarse que el presidente Trump no solo maneja un discurso antimexicano típico de los WASP, sino que por la crisis de las Caravanas Migrantes, ha pertrechado la frontera sur de Estados Unidos con más soldados de los que dispone en países como Irak y Afganistán.
Otra carta que se considera, después del pretexto de Estado fallido, es que alguna potencia extranjera — continúa el documento del Ejército mexicano — podría aprovechar la cercanía de México para usarlo como “avenida de guerra”. Ergo, que  ocupen militarmente a México para invadir Estados Unidos, como pretendía hacerlo Francia en el siglo XIX y Alemania durante las dos guerras mundiales.
Desde la firma de los Tratados de Bucareli en 1923 (ratificados tras la victoria de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial), México ha estado alineado — o más bien sometido — a la agenda de seguridad estadounidense, lo que ha impedido el mejoramiento de las relaciones de México con Rusia y China, a quienes el Pentágono considera elementos peligrosos para sus intereses geopolíticos. Y no solo eso, sino que se ha seguido una doctrina de seguridad nacional extremadamente permisiva y con demasiada influencia estadounidense.
Por esto, durante el sexenio del entreguista ex presidente Vicente Fox, México fue integrado al Comando Norte de los Estados Unidos, país que considera a México estratégico para su defensa nacional, y a la vez México es el más vulnerable de la región norte, un espléndido aperitivo para cualquier potencia que necesite una plataforma militar contra Estados Unidos. El mismo documento afirma que esta relación lleva a la segunda amenaza: ver a México arrastrado a una de las aventuras bélicas de los Estados Unidos, es decir, a una guerra con otra nación por conflictos de interés totalmente ajenos a Mexico. Lo que pondría en el radar de México el peligro del terrorismo y las armas de destrucción masiva.
Ante una intervención extranjera llevada a cabo por una potencia, la SEDENA se aplicaría al Manual de Operaciones en Campaña — por la superioridad numérica, táctica y armamentísta del agresor — haciendo que el Ejército mexicano pasase a una fase de guerra de guerrillas. Empero, años de una campaña política de difamación contra las Fuerzas Armadas imposibilita que tal estrategia pueda realizarse con éxito, puesto que la guerrilla está sustentada en el apoyo popular.
Dentro del mismo marco, se tanteó en alguna ocasión la posibilidad de disolver al Ejército mexicano por la aparente “carencia de amenazas extranjeras”, a lo que el general brigadier José Francisco Gallardo Rodríguez repuso que “solo existen 40 naciones sin Ejército Nacional, todas ellas son protectorados de otra nación, pero México no puede ser protectorado de nadie y ya ha perdido más de la mitad de su territorio nacional en una guerra contra Estados Unidos”.

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Gallardo Rodríguez no se equivoca al contradecir a la clase política en su visión sobre el Ejército mexicano y las amenazas que se ciernen sobre el país, a prueba de ello tenemos el Museo Nacional de las Intervenciones, cuyo inmueble y exposición permanente nos recuerda que a lo largo de la historia, México nunca ha estado a salvo de las pretensiones intervencionistas de las potencias que dirigen el orbe.
Por la inminente intervención estadounidense, el Plan Militar de Defensa Conjunta subraya la necesidad de “edificar instalaciones fortificadas que resistan los efectos de una posible guerra para el establecimiento de sedes alternas de Gobierno y mando de la defensa nacional, que cuente con sistemas de comunicaciones y enlace, que permitan llevar a cabo oportunamente la toma de decisiones en la capacidad de respuesta del Estado ante una intervención extranjera”.
¿Por qué si se le ordenó a SEDENA y SEMAR que reestructuraran un Plan de Defensa Nacional no se ha realizado ninguna acción por parte del Estado mexicano para eliminar puntos flacos y garantizar la conservación de su soberanía? ¿Por qué, a pesar de las revelaciones, la clase política ni se inmuta, permanece pasiva e inmóvil aún cuando la quimera acecha desde el norte para abalanzarse sobre México? ¿Cuál es el plan que ellos siguen y a quiénes sirven verdaderamente?
Después, el documento señala que los grupos antisistémicos también representan una amenaza para la supervivencia del Estado mexicano. Su actividad político-militar deja en entredicho la funcionalidad de las instituciones estatales y la imagen del Gobierno a los ojos del mundo entero.
Entre estos grupos antisistémicos se toma en cuenta a las guerrillas sureñas como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (del cual ya hablé en un artículo ) y los movimientos políticos desestabilizadores financiados por el extranjero para dar pie al estado continúo de caos e inseguridad. De esto último tenemos los antecedentes del año de 1968, cuando en medio de una conjura internacional contra México y por conflictos personales dentro del gobierno mexicano se utilizó a los estudiantes para generar caos y polarizar a la sociedad, derivando en los terribles y sanguinarios eventos del 2 de octubre.
Muchos de los grupos que menciona el documento son remanentes “inofensivos” de la vieja guerrilla de los días de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, que están íntimamente relacionados con el tráfico de drogas u otras actividades delictivas que les permita seguir en el campo.
Finalmente el documento concluye que la última amenaza contra México son los ataques electromagnéticos y la guerra cibernética, de los cuales México esta totalmente desprotegido por la falta de inversión y destinación de capital público en el área de investigación y desarrollo. Es por tanto una necesidad del Estado implementar sistemas de ciberseguridad y guerra electrónica que protejan el propio flujo de dinero y la vida privada de los ciudadanos o incluso que sean capaces de defender a las instituciones del Estado de futuros ataques cibernéticos provenientes de países “no amigables” como los propios Estados Unidos. ¿Será que con esto se justifica la entrega de la seguridad cibernética a Israel?, podría ser.
Mi observación personal es que cada una de estas amenazas está enlazada de forma manifiesta con el peligro de una intervención extranjera y muestran una causa-efecto que explica varios puntos. Si México se convierte en un problema para la White House, existen diferentes formas de “aplacar” al país.
Recordemos la inolvidable frase del difunto Zbigniew Brzezinski —geoestratega judío polaco (naturalizado estadounidense), asesor de Seguridad Nacional del ex presidente Jimmy Carter e íntimo del ex presidente Obama — en la que decía “no queremos un Japón en la frontera”, al referirse a México y su imparable avance dentro de la escena mundial en los años 60 (hasta 1982, cuando México dejo de poseer uno de los siete PIB más grandes del mundo) gracias al desarrollo estabilizador de Antonio Ortíz Mena y la espléndida administración pública de aquella década.
Y esa ignominiosa cita marca el proceder de Estados Unidos. Si México llegase a poseer un Ejército Nacional independiente, poderoso y amado por el pueblo, la White House tendría pesadillas constantes con una inevitable guerra en sus fronteras. Por ende, se han asegurado de desarmar al país y mantenerlo desactualizado, pero lo más importante es crear un Ejército Dependiente del Extranjero y odiado por la opinión pública mexicana. Se desarticula la defensa, y tal como lo marca Tsu Tzu en el ‘Arte de la Guerra’ “se conquista todo lo que está bajo el cielo sin combatir”.
El profesor universitario y analista internacional Alfredo Jalife-Rahme — calificado por el portal francés Voltaire como “el máximo experto de geopolítica en América Latina”— ha utilizado en diversas obras y conferencias el concepto de ‘Jaula geopolítica’. Este concepto lo trata entrelíneas el Plan Militar de Defensa Nacional Conjunto.
En esta jaula no se puede maniobrar mucho, si un presidente no acata las indicaciones del Gobierno estadounidense puede ver amenazado su régimen por levantamientos armados en su contra (amenaza número 4 y 5, tal como le ocurrió a Porfirio Díaz en 1910), filtración de información o hackeos del sistema (amenaza número 6; ataques coordinados del The New York Times contra el Gobierno mexicano), o incluso por una intervención militar fabricada artificialmente con falsas banderas con el objetivo de derrocar al Ejecutivo de la Nación y restablecer a un Gobierno títere (amenaza número 1 y plan de Caspar Weinberger).

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Los Tratados de Bucareli, hoy rehechos con la firma del T-MEC o USMCA en el decadente G20, han sido el lastre del último siglo que ha condenado a Mexico al atraso y la ingobernabilidad para satisfacer el interés político y económico de una oligarquía de halcones que hacían del mundo su voluntad.

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Si bien Estados Unidos está cerca de sucumbir por problemas internos, aún conservan su posición como líder de Occidente y ganador de dos guerras mundiales, por lo que México debe jugar bien sus cartas y comprender el cambio tetrapolar/nacionalista que se avecina en la geopolítica mundial. Solo los que se adaptan sobreviven.
Mientras tanto, a los mexicanos les queda defender con coraje a sus (paisanos) congéneres migrantes en Estados Unidos, fortalecer la unidad nacional y limpiar la imagen del Ejército mexicano para reunificar al mundo civil y al mundo castrense. Un presidente verdaderamente nacionalista, no pueden hacer caso omiso a las advertencias militares en una hora tan oscura de la historia nacional. México perdió la batalla del petróleo (la joya negra de la geoestrategia), pero no puede capitular en la batalla por la sobrevivencia de su raza.

Fuente: Sputnik