Estados Unidos anunció el Jueves que desplegará unos 3,000 militares en el aeropuerto de Kabul para apoyar la retirada de la gran mayoría del personal de la embajada estadounidense a medida que la situación de seguridad en Afganistán continúa deteriorándose debido al rápido avance talibán. Al mismo tiempo, Estados Unidos ha pedido la inmediata evacuación de los ciudadanos estadounidenses del país.
“Estamos reduciendo aún más nuestra presencia civil en Kabul, a la luz de la evolución de la situación de seguridad. Esperamos reducir nuestra presencia diplomática a un núcleo central en Afganistán en las próximas semanas”, dijo el portavoz del US State Department, Ned Price, a los periodistas en una sesión informativa. En la actualidad, Estados Unidos tiene 1,400 diplomáticos en su embajada en Kabul.
“Para facilitar esta reducción, el US Department of Defence desplegará temporalmente personal adicional en el aeropuerto internacional Hamid Karzai”, Price agregó.
Estas escenas de la evacuación de diplomáticos estadounidenses de Afganistán evocan la humillante retirada estadounidense de Saigón al final de la Guerra de Vietnam en 1975. En la mente de muchos permanecen el despegue de los helicópteros estadounidenses con diplomáticos y militares estadounidenses y colaboradores vietnamitas del techo de la embajada de Estados Unidos y la oficina de la CIA en Saigón.
El temor a una inminente caída de Kabul se produce un día después de que los talibanes tomaran tres capitales de provincia, incluyendo la segunda ciudad de Afganistán, Kandahar, y la tercera, Herat. Muchos analistas estadounidenses señalan que la rápida decisión de la administración estadounidense de Joe Biden de la reducción de diplomáticos y el despliegue de militares para facilitar su evacuación muestra la creencia del gobierno de Estados Unidos de que Kabul va a caer en breve en manos de los talibanes, lo que supone otro golpe para la credibilidad del gobierno afgano.
El declive de Estados Unidos y el fin del mundo unipolar
Los observadores señalan que todos los esfuerzos del gobierno de Estados Unidos, representados por las decenas de millones de dólares gastados en la guerra de Afganistán y por los 3,596 soldados de la coalición internacional muertos (incluyendo 2,452 estadounidenses) y las docenas de miles de heridos (incluyendo 20,662 estadounidenses), han cosechado un rotundo fracaso y han llevado a la derrota militar aplastante de Estados Unidos en Afganistán. Estados Unidos no sólo no ha logrado derrotar a los talibanes (que carecen de fuerza aérea y armas pesadas) en veinte años de guerra, sino que no ha podido consolidar al Estado afgano y tampoco crear un ejército capaz de combatir con éxito, como se ve en el actual comportamiento de las tropas afganas, que prefieren en general huir y abandonar sus armas y equipos que hacer frente a un ejercito taliban mucho peor armado y entrenado.
La derrota militar de Estados Unidos en Afganistán, como antes en Vietnam e Iraq, supondrá otro golpe más para los intentos ya frustados de Estados Unidos de mantener la unipolaridad en un mundo donde su influencia disminuye inexorablemente día a día. La derrota de Afganistán reducirá la presencia estadounidense en el continente euroasiático donde otras potencias internacionales o regionales, como Rusia, China o Irán, están colaborando de forma creciente en grandes proyectos de desarrollo y transporte, como la Belt & Road Initiative de China.
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Todo esto no quiere decir que la caída de Kabul sea un hecho positivo. Los talibanes son un grupo extremista que ha colaborado en el pasado con grupos terroristas, como Al Qaida, y su gobierno será una grave amenaza para los derechos de la población afgana, en primer lugar, y para los países vecinos, que ya se están coordinando para hacer frente a los efectos desestabilizadores de un posible gobierno talibán en Afganistán. Los recientes ejercicios militares de Rusia con Tayikistán y Uzbekistán, por un lado, y con China, por otro, son una prueba de ello. Rusia, China e Irán se sentirán ahora más inclinados a reforzar su cooperación en materia militar y de seguridad. Otros países que se beneficiarán de esto serán Siria e Iraq, que han estado luchando contra un terrorismo de ideología similar a los talibanes. Los países occidentales deben comprender ahora que su política de combatir al presidente sirio, Bashar al Assad, habría podido dar lugar a otro régimen similar a los talibanes en las orillas del Mediterráneo si el gobierno, el ejército, y el pueblo de Siria, junto con sus aliados Irán y Rusia, no hubieran podido abortar esta posibilidad.
Otra lección es para todos aquellos gobiernos en el mundo islámico que confían aún en las promesas de ayuda estadounidense. Estados Unidos ha demostrado ya en muchas ocasiones que no tiene aliados ni amigos sino intereses y que está dispuesto a abandonar a sus aliados siempre que ello le convenga o no sea capaz de lograr un éxito militar o político, como descubrió en su día el gobierno de Vietnam del Sur y está haciendo ahora el de Afganistán. Las intervenciones militares estadounidenses no solo terminan en derrotas para Estados Unidos sino en situaciones de desastre para los países donde tienen lugar, siendo un ejemplo claro la actual situación afgana. La lección para los estados es que la seguridad dentro de sus respectivas regiones debe ser lograda mediante la cooperación de los países que forman parte de ellas y que cualquier injerencia de actores externos debe ser rechazada.
Fuente: Almanar